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Lactancia: beneficios en la salud dental de los niños

La lactancia materna tiene innumerables beneficios tanto para la salud de la mamá como para la del bebé y, como no, la de su salud bucal. Se aconseja de forma exclusiva hasta los 6 meses, no siendo necesaria la toma de zumos o agua. Se considera adecuada hasta el año, y es recomendada por la OMS hasta los 2 años de edad.

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Durante el amamantamiento, la postura adecuada de labios y lengua, la respiración exclusiva por la nariz y el movimiento de succión realizado para sorber la leche proporcionan el equilibrio necesario para que todo el sistema estomatognático se desarrolle correctamente. El sistema estomatognático está compuesto por el conjunto de estructuras esqueléticas, musculares, angiológicas, nerviosas, glandulares y dentales encargado de llevar a cabo funciones como hablar, comer, masticar, sonreír, respirar, besar y succionar.

A través de la lactancia el bebé satisface su necesidad de succión a la vez que obtiene alimento. La succión es un reflejo natural y el bebé depende de él para su supervivencia. El niño que tiene satisfecho su deseo de succión en el pecho no desarrolla hábitos como el uso de chupetes o chuparse el dedo, que pueden interferir negativamente en el desarrollo de los dientes y la mandíbula durante el crecimiento.

Prevención de la caries en los bebés

Sin embargo, una lactancia materna prolongada y sin restricciones aumenta el riesgo de aparición de caries tempranas.

Numerosos estudios han demostrado que la flora bacteriana oral puede trasmitirse. La teoría de la transmisibilidad de la caries fue probada por la Dra. Brigitta Kohler de Suecia en 1978, que afirmó que si un bebé es contaminado antes de los 2 años por una persona portadora de gran número de patógenos bucales, tendrá una probabilidad 10 veces mayor de tener caries que si es contaminado a los 4 años. Kohler observó que la transmisión ocurría por la saliva (besos en la boca, cubiertos, soplar alimentos) y que cerca de 1/3 de los microorganismos cariogénicos (que provocan las caries) se mantenían en los objetos fueran ellos de metal o plástico hasta 7 horas después de su uso.

Por ello, es fundamental que los padres eviten besar en la boca, chupar tetina del biberón o del chupete para limpiarlos.

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¿Cuándo debemos cambiar el cepillo de dientes?

En el post anterior os hablé de los aspectos a tener en cuenta a la hora de elegir nuestro cepillo de dientes. Una vez hemos adquirido el que mejor se adapta a nuestras necesidades debemos tener en cuenta el desgaste del mismo porque, por muy bueno que sea, sufre un deterioro con el uso diario que hace obligatorio cambiarlo periódicamente.

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El cepillo de dientes no tiene una duración concreta definida, sustituirlo depende del uso que le damos, la fuerza que empleamos, la técnica de cepillado, la calidad y dureza de las cerdas. Como norma general lo recomendable es no utilizarlo más de tres meses pero hay distintos puntos que debéis observar para saber si vuestro cepillo está en óptimas condiciones.

Si se observa que los filamentos están excesivamente curvados, desgastados o deteriorados, debemos cambiarlo aún no habiéndose cumplido 3 meses. Las fibras pierden forma, resistencia, efectividad a la hora de remover las bacterias pegadas en forma de placa a la superficie de los dientes y tampoco llegan igual de bien a las zonas de difícil acceso.

Otra de las medidas que debemos llevar a cabo, es evitar el contacto de nuestro cepillo dental con el de otras personas (aunque sea de nuestros padres, hermanos, hijos y sepamos que están completamente sanos) no debemos olvidar que existen estudios que han demostrado que los gérmenes orales quedan retenidos en el cepillo.

En cuanto a la limpieza, es muy importante enjuagarlo con agua después de cada uso, sacudirlo para evitar la formación de bacterias por la humedad y guardarlo seco en un lugar adecuado. Actualmente existen múltiples protectores de plástico para evitar que los filamentos entren en contacto con las superficies de nuestro baño.

También es recomendable desechar nuestro cepillo si hemos pasado por un proceso gripal o una infección de garganta, de esta forma evitamos que el virus se mantenga en las cerdas.

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